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dissabte, 28 de març del 2020

Las calles andan desiertas de ti y de mi, y de las risas de mis niños... Y sólo la ropa tendida asoma como mi cabeza por la ventana, y los pies que veo en los balcones de mis vecinos. 
Y en ese vacío de copa tras la resaca, una osada brizna de hierba rompe el muro del asfalto, que ella no sabe de encierros... O quizá sí... Quizá sí sepa de eso... 
E irrumpe con su insignificancia y su fuerza, con la insolencia de un adolescente que no quiere que le digan qué ni cuándo hacer qué. Con su rojo y verde por bandera... Y se queda, y okupa, y se hace dueña de ese espacio que antes era mi libertad... Porque... Pongamos que ella continúa por tiempo allí fuera, y yo... Y nosotros... No. 
Qué arrojo el suyo... Qué envidia la mía... 


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